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TELÓN DE ACERO SOBRE EL BOULEVARD SAINT MICHEL. Formateo y Desinformación en el “Mundo Libre” por Jean Salem

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A Albert Soboul le gustaba repetir, sin embargo, en aquellos cursos consagrados a la Revolución francesa, que el 10 de agosto de 1792 (el día en que la insurrección popular obligó a la Asamblea legislativa a pronunciarse a favor de la suspensión del monarca), no había habido “caída” sino derrocamiento de la monarquía. Porque, añadía con una sonrisa, ésta ¡no se cayó ella sola! ¡Y tampoco la U.R.S.S. en 1991! ¿Acaso el principio de la “guerra fría” y el fin de su resurgimiento, después del intermedio de la ‘detente’ en los años 72-80, no estuvieron marcados por dos advertencias militares de lo más explícito? Fueron dos amenazas, no sólo de guerra, sino de guerra total o de aniquilamiento: la destrucción atómica de Hiroshima y Nagasaki decidida por Henry Truman y el programa de “guerra de las galaxias” lanzado por Ronald Reagan. Nadie, o casi nadie, de aquellos que han descrito el reciente fin de la U.R.S.S. habrá dado cuenta de que uno de los objetivos explícitos de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) lanzada en 1983 por el equipo de Reagan, era “poner de rodillas a la potencia soviética”, quebrantarla, para después arruinarla por medio de un relanzamiento desenfrenado de la carrera armamentística. Por eso nos parece absolutamente evidente el carácter mistificador de categorías que pretenden definir como un proceso puramente espontáneo e interno una crisis que no se puede separar de la formidable presión ejercida por el campo contrario. Y la categoría de ‘implosión’ o de ‘colapso’, así como todos sus sucedáneos enumerados más arriba, podría por tanto hacer parte perfectamente de una mitología apologética del capitalismo y del imperialismo. Como escribe Losurdo, ya no sirve más que para “coronar  a los vencedores”.

A decir verdad, la U.R.S.S. se había implicado, a principios de los 80, en una competición militar no sólo con los Estados Unidos, sino con el conjunto del mundo exterior, incluida Europa, China y Japón. Los adversarios de los soviéticos tenían, tácita o explícitamente, la posibilidad de compartir el peso de esta competición militar, coordinando sus políticas y uniendo más o menos sus esfuerzos. La situación era muy diferente en la U.R.S.S. Sus aliados y clientes de Europa, de América central, de Asia del Este, del Oriente Medio y de África, apenas estaban en condiciones de ayudarle. Es evidente que la decisión americana de subir el nivel tecnológico de la carrera armamentística puso a la Unión soviética en una posición más que difícil. Frente a la iniciativa de defensa estratégica lanzada por la administración Reagan en 1983, o la U.R.S.S. perdía la apuesta debido a su incapacidad de igualarse con Estados Unidos en el plano económico y tecnológico, o emprendía reformas políticas y económicas radicales. Correspondió en cierta manera al complejo “militar-industrial” soviético, que hasta entonces había sido el principal obstáculo a las reformas, la misión de emprender los cambios que, en definitiva, costaron la vida a la U.R.S.S.

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