Debates, Teoría Política

Luxemburg versus Lenin por Paul Mattick. 1935

Luxemburgo vs. Lenin

Paul Mattick (1935)

Traducido del inglés en marxists.org

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Introducción

La oposición al reformismo

Sobre la cuestión nacional

El derrumbe del capitalismo

La espontaneidad y el papel de la organización

Introducción

Tanto Rosa Luxemburgo como Lenin desarrollaron su pensamiento a partir de los principios generales de la socialdemocracia, previa a la Tercera Internacional, en la que ambos desempeñaron papeles importantes. Sus obras no sólo influyeron en el movimiento obrero Ruso, Polaco y Alemán; fueron de importancia mundial. Ambos fueron símbolos del movimiento en contra del revisionismo y el reformismo en pugna dentro de la Segunda Internacional. Sus nombres están inseparablemente unidos a la reorganización del movimiento obrero durante y después de la primera guerra mundial, y ambos fueron marxistas para los cuales la teoría era al mismo tiempo parte constitutiva de la práctica política. Como seres humanos enérgicos, eran – para utilizar una expresión favorita de Rosa Luxemburgo –“velas que ardían por ambos extremos”.

Aunque Luxemburgo y Lenin se habían fijado la misma tarea –la reactivación revolucionaria del movimiento obrero hundido en los pantanos de reformismo, y el derrocamiento de la sociedad capitalista en una escala mundial- en su lucha hacia este objetivo sus caminos eran distintos; y aunque siempre mantuvieron un gran respeto mutuo, no obstante mantuvieron grandes desacuerdos sobre cuestiones decisivas de táctica revolucionaria y sobre muchas cuestiones de principios revolucionarios. Puede decirse aquí de antemano que en muchos puntos esenciales las concepciones de Luxemburgo difieren de las de Lenin como el día de la noche, o –lo que es lo mismo- como los problemas de la revolución burguesa de los problemas de la revolución proletaria. Todos los intentos por parte de leninistas inconsistentes, partiendo de consideraciones políticas, de conciliar a Lenin con Luxemburgo ahora que ambos están muertos y borrar la oposición entre ellos, con el fin de obtener ventaja de ambos, no es más que un tonta falsificación de la historia que no sirve a nadie salvo a los falsificadores y sólo temporalmente.

Lo que unió a Luxemburgo y a Lenin fue su lucha común contra el reformismo de preguerra y el chauvinismo de la socialdemocracia durante la guerra. Pero esta lucha fue a su vez acompañada de la controversia entre ambos en cuanto al camino que conduce a la revolución; y dado que la táctica es inseparable de los principios; [también] por una controversia en relación a la forma y al contenido del nuevo movimiento obrero. Aunque es bien sabido que ambos eran enemigos mortales del revisionismo, y por esta razón sus nombres a menudo se mencionan juntos, por otra parte es extremadamente difícil hoy formarse una idea real de las diferencias entre ellos. Es cierto que la Tercera Internacional, en el curso de la última década, en relación con su crisis política interna, a menudo usó y abusó del nombre de Rosa Luxemburgo, especialmente en sus campañas contra lo que llama “luxemburguismo contrarrevolucionario”, pero ni la obra de Luxemburgo es más conocida desde entonces, ni se han clarificado las diferencias que ella tuvo con Lenin. En general, se considera que es mejor dejar al pasado bajo tierra; y así como la socialdemocracia alemana se negó una vez –«por falta de dinero»1 – a publicar las obras de Rosa Luxemburgo, también se ha roto la promesa de la Tercera Internacional (a través de Clara Zetkin)2 de publicar dichas obras.

Aún así, cuando surge la competencia contra la Tercera Internacional, Rosa Luxemburgo entra en escena. Incluso la socialdemocracia es a menudo lo suficientemente falta de tacto para hablar con amor y tristeza de la “revolucionaria errante”, cuya muerte es lamentada más como resultado de su“carácter impetuoso”3 que como resultado de la brutalidad bestial de los mercenarios del camarada de partido Noske. Y aun donde, después de la experiencia con las dos Internacionales, la gente profesa su inquietud no sólo por la construcción de un nuevo movimiento verdaderamente revolucionario sino también, al mismo tiempo, por beneficiarse de la experiencia del pasado, el interés respecto a Luxemburgo y Lenin no va más allá de la reducción de sus oposiciones a la controversia sobre la cuestión nacional e incluso aquí casi exclusivamente a los problemas tácticos referentes a la independencia de Polonia. En esta empresa, se extreman las medidas para suavizar esta oposición todo lo posible, para aislarla, y para cerrarla con la afirmación, que contradice todos los hechos, que Lenin emergió victorioso de este conflicto.

La disputa entre Luxemburgo y Lenin sobre la cuestión nacional no puede disociarse de los otros problemas sobre los que ambos estaban en desacuerdo. Esta cuestión está vinculada de la forma más cercana con todas las otras que conciernen a la revolución mundial y no es sino un ejemplo de la diferencia fundamental entre Luxemburgo y Lenin, o de la diferencia entre la idea jacobina y la idea verdaderamente proletaria de la revolución mundial. Si, como Max Shachtman4, uno sostiene que la concepción de Luxemburgo fue confirmada con las aventuras nacionalistas del período de Stalin en la Tercera Internacional, también debe considerarse como justificada en oposición a Lenin. Por mucho que la política de la Tercera Internacional pueda haber cambiado desde la muerte de Lenin, en cuanto a la cuestión nacional ha permanecido verdaderamente leninista. Un leninista debe por necesidad, adoptar una posición opuesta a la de Luxemburgo; él no es sólo su oponente teórico, sino su enemigo mortal. Las posiciones de Luxemburgo involucran la destrucción del leninismo bolchevique, por lo que nadie que apele a la autoridad de Lenin puede al mismo tiempo valerse de Rosa Luxemburgo.

La oposición al reformismo

El desarrollo del capitalismo mundial, la expansión imperialista, la monopolización creciente de la economía y las superganancias con las que está vinculada, hicieron posible la formación transitoria de una aristocracia en el movimiento obrero, la promulgación de legislación social y una mejora general del nivel de vida medio de los obreros, y todo esto a su vez condujo a la propagación del revisionismo y al desarrollo del reformismo en el movimiento obrero. El marxismo revolucionario fue rechazado frente a la realidad del desarrollo capitalista, y en su lugar fue aceptada la teoría del lento crecimiento del socialismo mediante la democracia. Con el crecimiento del movimiento obrero legal, que tal contexto hizo posible, se aseguró la lealtad de grandes números de la pequeña burguesía, que pronto asumió el liderazgo intelectual del movimiento y compartió las ventajas materiales de los puestos asalariados que tal posición ofrecía con los obreros presuntuosos por su reciente ascenso social5. Cerca de fin de siglo, el reformismo había triunfado en toda línea. La resistencia a este desarrollo por parte de los marxistas denominados “ortodoxos”, encabezados por Kautsky, nunca pasó de ser una cuestión de frases e incluso esa resistencia fue prontamente abandonada. Entre los más conocidos teóricos de la época, debe mencionarse particularmente a Luxemburgo y a Lenin por llevar a cabo su lucha implacablemente hasta el final, no sólo contra el reformismo establecido sino también contra la ‘ortodoxia’ en interés de un verdadero movimiento obrero marxista.

De todos los ataques contra el revisionismo, uno podría aventurarse a decir que los de Rosa Luxemburgo fueron los más poderosos. En su polémica dirigida contra Bernstein6 señaló una vez más, en oposición a la tontería del legalismo puro, que la explotación de la clase trabajadora como proceso económico no puede ser abolido o suavizado a través de la legislación en el marco de la sociedad burguesa7. La reforma social, insistió, no constituye una invasión en la explotación capitalista, sino una regulación, una ordenación de esta explotación en interés de la propia sociedad capitalista. El capital, dice Rosa Luxemburgo, no se dirige al socialismo, sino hacia el derrumbe, y es a este derrumbe al cual los obreros deben adaptarse -no a la reforma, sino a la revolución. Esto no quiere decir, sin embargo, que tenemos que renunciar a las cuestiones del presente; el marxismo revolucionario también lucha por mejorar la situación de los obreros en la sociedad capitalista. Pero, a diferencia del revisionismo, está mucho más interesado en la forma en que la lucha se lleva a cabo que en los objetivos inmediatos. Para el marxismo la cuestión del momento en la lucha sindical y política es el desarrollo de los factores subjetivos de la revolución obrera, la promoción de conciencia de clase revolucionaria. El burdo planteo de la reforma como contraria a la revolución es una definición falsa de la cuestión; a estas oposiciones debe dárseles el lugar adecuado en el conjunto del proceso social. Debemos evitar perder de vista el objetivo final, la revolución proletaria, a través de la lucha por las demandas cotidianas. El revisionismo fue atacado de la misma manera un poco más tarde por Lenin. Para él, también, las reformas sólo eran un subproducto de la lucha dirigida a la conquista del poder político. Ambos se encontraban juntos en su lucha contra la castración del movimiento Marxista y tomaron su posición en la plataforma de la lucha revolucionaria por el poder. Emergieron por primera vez como contrincantes cuando las condiciones de Rusia antes, durante y después de la revolución de 1905 hicieron de la lucha revolucionaria por el poder un tema vital que debía ser encarado de manera concreta. De esta manera el conflicto que estalló entre Luxemburgo y Lenin se dirigió en primer término hacia los problemas tácticos, las cuestiones de organización y la cuestión nacional.

Sobre la cuestión nacional

Lenin, fuertemente influenciado por Kautsky, creía como él que los movimientos por la independencia nacional debían ser considerados como progresivos, ya que “el Estado nacional es el que ofrece, sin duda alguna, las condiciones más favorables para el desarrollo del capitalismo”. En su polémica contra Rosa Luxemburgo afirmaba que la demanda del derecho a la autodeterminación de las naciones es revolucionaria por la razón de que “es una demanda democrática que no es en absoluto diferente de las demás demandas democráticas”. Sí, “en todo nacionalismo burgués de una nación oprimida”, afirma, “hay un contenido democrático general contra la opresión, y a este contenido le prestamos un apoyo incondicional”8.

La actitud de Lenin hacia el derecho de autodeterminación fue, como se desprende de otras de sus obras, igual que su actitud hacia la democracia,9 y uno debe conocer esta actitud hacia la democracia a fin de comprender su actitud hacia la cuestión nacional y el derecho a la autodeterminación de las naciones. En su tesis sobre “La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación”, dice: “Sería por completo erróneo pensar que la lucha por la democracia pueda distraer al proletariado de la revolución socialista, o relegarla, posponerla, etc. Por el contrario, así como es imposible un socialismo victorioso que no realizara la democracia total, así no puede prepararse para la victoria sobre la burguesía un proletariado que no libre una lucha revolucionaria general y consecuente por la democracia.” Por lo tanto, queda claro que para Lenin los movimientos nacionalistas y las guerras no fueron otra cosa que movimientos y guerras por la democracia, en los que el proletariado tiene la obligación de participar, ya que para él la lucha por la democracia era, por supuesto, la condición previa necesaria de la lucha por el socialismo. “Si la lucha por la democracia es posible, la guerra por la democracia también es posible.”10 Y para él, para el caso, “las palabras ‘defensa de la patria’ en una guerra verdaderamente nacional, no son en modo alguno una forma de engaño”, y en tal caso Lenin está a favor de la defensa. “En la medida en que la burguesía de la nación oprimida está en lucha contra el opresor”, escribe, “estamos en todos los casos, con mayor decisión que ningún otro, a favor de ella, porque somos los más incondicionales y consistentes enemigos de toda opresión.11

Lenin permaneció fiel a esta posición hasta el final, y el leninismo ha sido fiel a ella hasta el día de hoy – siempre y cuando no puso en peligro al propio régimen bolchevique. Sólo un pequeño cambio se llevó a cabo. Si para Lenin antes de la Revolución Rusa las guerras y movimientos de liberación nacional eran parte del movimiento democrático en general, después de la revolución se convirtieron en parte de la revolución proletaria mundial.

La posición de Lenin, resumida aquí, le parecía a Rosa Luxemburgo totalmente falsa. En su folleto Junius12, que salió durante la guerra, afirma su propio punto de vista brevemente de la siguiente manera: “Mientras existan los Estados capitalistas, es decir, mientras la política mundial imperialista determine y regule la vida interna y externa de una nación, no puede haber “autodeterminación nacional” ni en la guerra ni en la paz. (…) En este medio imperialista no puede haber guerras de defensa nacional. Todo programa socialista que dependa de este medio histórico determinante, que esté dispuesto a fijar su política para el torbellino mundial desde el punto de vista de un solo país, tiene pies de barro.”

 Rosa Luxemburgo mantuvo firmemente esta opinión hasta el final, incapaz de hacer la menor concesión a Lenin en este sentido; y después de la Revolución Rusa cuando la política del derecho de las naciones a la autodeterminación se convirtió en práctica ella pregunta por qué es que los bolcheviques se aferraban obstinadamente y con inquebrantable consistencia a la consigna del derecho a la autodeterminación, ya que después de todo esa política “se encuentra en manifiesta contradicción con el centralismo claro del resto de su política y con la actitud que han tomado con respecto a los otros principios democráticos. (…) La contradicción aquí manifiesta es tanto más incomprensible cuanto que, como veremos más adelante, todo lo relativo a las formas democráticas de la vida política en cada país constituye, efectivamente, una base valiosa e imprescindible de la política socialista, mientras que el famoso “derecho de autodeterminación de las naciones” no es otra cosa que fraseología hueca y patrañas pequeñoburguesas.”13

 Rosa Luxemburgo califica a esta falsa política nacional de Lenin como una “variedad de oportunismo” calculado para “atraer a la causa de la revolución, a la causa del proletariado socialista a las muchas nacionalidades del imperio ruso”; como el oportunismo con respecto a los campesinos, “cuya hambre de tierra había de satisfacerse con la consigna de expropiación directa de la tierra a la nobleza y que, a continuación, vendrían a ponerse del lado de la revolución y del gobierno proletario.”

En ambos casos, desgraciadamente, el cálculo resultó falso. Mientras Lenin y sus camaradas creían, con toda evidencia, que, en su calidad de defensores de la libertad nacional «hasta la separación estatal», harían de Finlandia, Ucrania, Polonia, Lituania, los países bálticos y los del Cáucaso, otros tantos aliados fieles de la revolución Rusa, todos pudimos presenciar el espectáculo inverso: una tras otra, estas «naciones» utilizaron su libertad, recién regalada, para declararse enemigas mortales de la revolución rusa y aliarse contra ella con el imperialismo alemán y, bajo su protección, llevar a territorio ruso la bandera de la contrarrevolución. (…) Por supuesto, en todos estos casos no son realmente las «naciones» las que practican esa política reaccionaria, sino únicamente las clases burguesas y pequeñoburguesas… que deforman el «derecho a la autodeterminación nacional», convirtiéndolo en un instrumento de su política contrarrevolucionaria de clase. Pero -y aquí llegamos precisamente al meollo de la cuestión- en esto reside precisamente el carácter utópico-pequeñoburgués de esta frase nacionalista, es decir, en que en la cruda realidad de la sociedad de clases, especialmente en los momentos de las contradicciones más agudas, se convierte simplemente en un medio de la dominación burguesa de clase.”14

Esta inyección por los bolcheviques de la cuestión de luchas nacionales y tendencias separatistas en medio de la lucha revolucionaria fue considerado por Rosa Luxemburgo como haber “arrojado la mayor confusión en las filas del socialismo”. Ella sostiene lo siguiente: “los bolcheviques son los que han proporcionado la ideología que sirvió para enmascarar esta campaña de la contrarrevolución, los que han fortalecido la posición de la burguesía han debilitado la del proletariado (…) a los bolcheviques les estaba reservado llevar el agua al molino de la contrarrevolución con su consigna de la autodeterminación de las naciones, con lo cual no solamente suministraban la ideología para el estrangulamiento de la revolución rusa, sino, también, para la liquidación de toda la guerra mundial ya planeada por la contrarrevolución.”

¿Por qué Lenin insiste tan obstinadamente – podemos preguntarnos una vez más con Rosa Luxemburgo– en el lema de la autodeterminación de las naciones y el de la liberación de los pueblos oprimidos? No cabe duda de que este lema está en contradicción con la demanda de la revolución mundial, y Lenin estaba tan interesado como Luxemburgo en el estallido de la revolución mundial, ya que, como todos los marxistas de la época, no creía que Rusia podría resistir en la lucha revolucionaria sólo con sus propios recursos. El estaba de acuerdo con Engels en que “si la revolución rusa es la señal para la revolución obrera de Occidente y ambas se completan formando una unidad, podría ocurrir que ese régimen comunal ruso fuese el punto de partida para la implantación de una nueva forma comunista de la tierra.”15 Por lo tanto, no sólo estaba claro para Lenin que los bolcheviques tenían que conquistar el poder en Rusia, sino también que la revolución rusa debía ser una revolución europea y por lo tanto una revolución mundial si su destino era el socialismo. Sobre la base de la situación objetiva resultante de la Guerra Mundial, Lenin no era más capaz que Luxemburgo de concebir que Rusia podría resistir contra las potencias capitalistas si la revolución no podía expandirse a Europa occidental. Para Rosa Luxemburgo era muy improbable que “los rusos serán capaces de resistir en esta reunión de brujas”16 –una opinión que estaba basada no sólo en su experiencia con y su desconfianza en gente como Lenin y Trotsky, que voceaban sus tontas frases sobre el derecho a la autodeterminación de las naciones, su política de hacer concesiones a los campesinos, etc; tampoco fue debido a los ataques imperialistas contra la Revolución Rusa, ni tampoco vino desde un punto de vista propagado por la socialdemocracia, que demostró estadísticamente que el desarrollo económico atrasado de Rusia no justificaba a la revolución ni era propicio para el socialismo. Ella creía esto principalmente porque, como escribió en la cárcel, “la socialdemocracia en el Occidente altamente desarrollado está compuesta de miserables cobardes y mirará con calma mientras los rusos se desangran.” Por mucho que criticara a los bolcheviques desde el punto de vista de las necesidades de la revolución mundial, ella estaba a favor de la revolución bolchevique, y constantemente se esforzó en localizar sus dificultades económicas en la falta de ayuda por parte del proletariado de Europa occidental. “Sí”, escribe, “naturalmente no estoy muy satisfecha con los bolcheviques incluso ahora con su fanatismo por la paz [Brest-Litovsk – P.M.]. Pero después de todo… no se les puede culpar. Se encuentran en un atasco, sólo tienen la posibilidad de elegir entre dos males y eligen el menor. Son otros los responsables de que la Revolución Rusa resulte en favor del enemigo.”17 Y de nuevo escribe: “Los socialistas gubernamentales alemanes pueden proclamar que el poder de los bolcheviques en Rusia es una caricatura de la dictadura del proletariado; tanto si lo era como si lo es, ello se debe a que es un producto de la actitud del proletariado alemán que, a su vez, era una caricatura “socialista” de la lucha de clases.”18

Rosa Luxemburgo murió muy temprano para ver que la política bolchevique, a pesar de que dejó de impulsar al movimiento revolucionario mundial, todavía era capaz de garantizar el gobierno de los bolcheviques en el marco del capitalismo de Estado. Como Liebknecht, en armonía con Rosa Luxemburgo, escribió desde la cárcel: “Si la revolución alemana no tiene lugar, quedan para la revolución rusa dosalternativas: morir peleando o asumir una mutilada apariencia de vida.” 19

Los bolcheviques eligieron la segunda opción. “Hay comunistas en Rusia”, escribía Eugen Varga cuando aún era marxista, “que se han cansado de esperar a la revolución europea y que desean ajustarse definitivamente al aislamiento de Rusia. Con una Rusia que contemplaría la revolución social en los otros países como una cuestión que no le concerniera… los países capitalistas serían en algún grado capaces de vivir como vecinos pacíficos… Tal embotellamiento de la Rusia revolucionaria… frenaría el ritmo de la revolución mundial.»20

La política nacional de Lenin no ha probado ser fatal para el gobierno bolchevique. Es cierto que grandes áreas se han mantenido separadas de Rusia y se han convertido en Estados reaccionarios, pero el poder del Estado bolchevique se encuentra más firme que nunca. Al parecer la línea leninista ha sido confirmada, y al parecer las advertencias de Rosa Luxemburgo han resultado ser injustificadas. Pero esta creencia es verdad sólo en la medida en que se refiere a la poderosa posición del aparato estatal bolchevique; en absoluto es válida, sin embargo, desde el punto de vista de la revolución mundial, el punto de vista que estaba en juego en la controversia entre Luxemburgo y Lenin. La Rusia bolchevique todavía existe, por supuesto; pero no como lo que era al principio, no como el punto de partida de la revolución mundial, sino como un baluarte contra ella. La Rusia que fue saludada por Rosa Luxemburgo, y por cada revolucionario junto a ella, ha perdido su promesa original; lo que queda es una Rusia sobre la cual Rosa Luxemburgo ya en 1918 expresó el siguiente temor: “Como un terrible fantasma se aproxima… una alianza de los bolcheviques con Alemania. Una alianza bolchevique con el imperialismo alemán sería el más terrible golpe para la moral del socialismo internacional… Con el grotesco “apareamiento” entre Lenin y Hindenburg la fuente moral de luz en el Oriente se extinguiría… La revolución socialista… bajo el patrocinio del imperialismo alemán…. esa sería la cosa más monstruosa que todavía podríamos experimentar. Y además, sería… una pura utopía… Cualquier caída política de los bolcheviques en la noble lucha contra la fuerza superior y la hostilidad de la situación histórica sería preferible a esta caída moral.”21

A pesar de que la larga amistad entre la Rusia leninista con la Alemania de Hindenburg por el momento se ha enfriado y la dictadura bolchevique hoy prefiera descansar en las bayonetas francesas en particular y en la Sociedad de las Naciones en general, aun así practica abiertamente en la actualidad, lo que siempre ha sostenido en principio, y a lo cual Bujarin, en el Cuarto Congreso Mundial de la Comintern, dio clara expresión en la siguiente manera: “No hay diferencia de principio entre un préstamo y una alianza militar… Ya somos lo suficientemente fuertes como para concluir una alianza militar con otra burguesía, para aplastar a otra burguesía por medio de este Estado burgués. Esta forma de defensa nacional, la alianza militar con los Estados burgueses, hace el deber de los camaradas de un país el llevar este bloque a la victoria.”

En el grotesco apareamiento entre Lenin y Hindenburg, entre los intereses capitalistas y los de los gobernantes bolcheviques, se pone de manifiesto, para el caso, el declive de la oleada revolucionaria mundial, un declive que aún no ha tocado fondo. El movimiento obrero alrededor del nombre de Lenin es una pelota de fútbol de la política capitalista, absolutamente incapaz de cualquier acción revolucionaria. La táctica de Lenin -la utilización de los movimientos nacionalistas para los fines de la revolución mundial- ha demostrado ser equivocada en la perspectiva histórica. Las advertencias de Rosa Luxemburgo eran más justificadas de lo que ella llegó a creer.

Las naciones “liberadas” forman un anillo fascista en torno a Rusia. La Turquía “liberada” fusila a los comunistas con armas suministradas por Rusia. China, apoyada en su lucha nacional por la libertad por Rusia y la Tercera Internacional, estrangula a su movimiento obrero de una manera que recuerda a la Comuna de París. Miles y miles de cadáveres de obreros testimonian la corrección de la opinión de Rosa Luxemburgo que la frase sobre el derecho a la autodeterminación de las naciones no es más que “patrañas pequeñoburguesas”. La medida en que “la lucha por la liberación nacional es una lucha por la democracia” fue puesta de manifiesto por las aventuras nacionalistas de la Tercera Internacional en Alemania, aventuras que contribuyeron a las condiciones previas para la victoria del fascismo. Diez años de competencia con Hitler por el título al verdadero nacionalismo han convertido a los propios obreros en fascistas. Y Litvinov22 celebró en la Sociedad de las Naciones la victoria de la idea leninista de la autodeterminación de los pueblos con ocasión del plebiscito del Sarre23. Realmente, en vista de esta evolución, uno debe preguntarse como hay gente como Max Shachtman24, que todavía hoy son capaces de decir: “A pesar de la fuerte crítica de Rosa a los bolcheviques por su política nacional después de la revolución, esta última fue confirmada por los resultados.”25

Es preciso, además, señalar a este respecto que la actitud de Lenin sobre la cuestión nacional no fue en absoluto de una coherencia definitiva, sino que siempre se encontró subordinada a las necesidades de los bolcheviques. De hecho, era absolutamente contradictoria. Lenin escribe: “Las acciones revolucionarias en tiempo de guerra contra el gobierno del propio país, sin duda indican no sólo el deseo de su derrota, sino también la promoción de esa derrota”26. Siguiendo este pensamiento llegamos a la siguiente contradicción absurda. Dado que los países beligerantes no son igualmente afectados por el derrotismo y al mismo tiempo por la revolución proletaria, esta táctica facilita la victoria de aquel país que se ve menos afectado, y por lo tanto también la opresión del país vencido. Durante una guerra imperialista el proletariado debe, de acuerdo con Lenin, estar por la derrota de su propio país. En caso de que la derrota se haya producido, entonces los obreros tienen que volverse y apoyar a su burguesía en su lucha por la liberación nacional. Y si entonces la “nación oprimida” con la ayuda del proletariado ha tomado de nuevo su lugar en la familia de las naciones, los obreros deben, una vez más, dejar de lado la defensa nacional. ¿Es esta una falsa interpretación del pensamiento leninista? Echemos un vistazo a la práctica real. En 1914-18 Lenin y los bolcheviques en su posición sobre Alemania se opusieron a la defensa nacional. En 1919-23 estuvieron por la defensa nacional y por la liberación nacional de Alemania. Hoy, cuando gracias a la ayuda del proletariado, Alemania ha vuelto a convertirse en un poder imperialista, se oponen una vez más a la defensa nacional. Y mañana, de lo que están a favor o en contra mañana, dependerá de las constelaciones de poder para la próxima guerra mundial, que verá a Rusia como aliada de tal o cual grupo. La táctica derrotista representada por Lenin durante la última guerra se encuentra en total contradicción con el derecho a la autodeterminación de las naciones y a las guerras de liberación nacional. Se trata de un mero movimiento en círculo; el proletariado desempeña el papel de la justicia compensatoria entre los rivales capitalistas. Rosa Luxemburgo se esforzó en señalar que esto no tiene nada que ver [con la comprensión] marxista de la lucha de clases.

Lenin fue un político práctico. Fue solamente como táctico que se distinguió esencialmente de los teóricos de la Segunda Internacional. Lo que ellos buscaban alcanzar a lo largo de las formas democráticas, él trató de conquistarlo por medios revolucionarios. Él quería realizar el socialismo para los obreros no con discursos en el parlamento, sino mediante la fuerza en el campo real de la lucha de clases. Mediante su partido, quiso hacer la revolución para las masas, en la que el partido ganara a las masas para sí. El poder tenía que quedar en manos de los bolcheviques para que los explotados de Rusia pudieran ser liberados. El poder tenía que estar en manos de los bolcheviques a fin de que el capitalismo mundial pudiera ser superado por la revolución. La apropiación del poder político a través del partido era el principio y el final de la política leninista, una política que a menudo ha sido aclamada como astuta y flexible, pero que en realidad fue puramente oportunista.

Con el estallido de la revolución, la burguesía rusa no estaba en condiciones de hacerse con el poder y mantenerlo, ya que no estaba en condiciones de resolver el problema agrario. Esto se dejó en manos de los bolcheviques. “Hemos llevado como nadie la revolución democrática burguesa a su término”, declaró Lenin en el cuarto aniversario de la revolución de Octubre27, y esta revolución se llevó a cabo con la ayuda del campesinado. Los bolcheviques tenían el poder, y constantemente balancearon la oposición entre campesinos y obreros de manera tal que el poder pudiera mantenerse. A fin de mantener este poder la familiar política del zig-zag se llevó a cabo tanto en Rusia como a escala internacional; fue esta política la que hizo de la historia de la Tercera Internacional una historia de sus crisis y de su caída.

La primera concesión a los campesinos le permitió a Rosa Luxemburgo realizar un bosquejo del necesario desarrollo de la Rusia bolchevique, a menos que la fuerza reaccionaria de esta “transgresión” fuera reprimida por la revolución mundial. “La consigna de ocupación y reparto inmediato de las tierras entre los campesinos”, escribía, “lanzada por los bolcheviques, tenía que conseguir el resultado contrario. Esta consigna no solamente no es una medida socialista, sino que es su opuesto, y levanta dificultades insuperables ante el objetivo de transformar las relaciones agrarias en un sentido socialista.”28 Rosa Luxemburgo no tenía conocimiento (estaba en prisión en ese momento) de que los campesinos habían dividido la tierra incluso antes de que los bolcheviques lo autorizaran, y que estos últimos se limitaron a legalizar lo que ya era prácticamente un hecho. La espontaneidad de las masas campesinas fue más rápida que la palabra de los “portadores de la conciencia revolucionaria”, como los bolcheviques se consideraban a sí mismos.

Los bolcheviques querían, sin embargo, llevar la revolución burguesa consistentemente a su fin, y para este propósito también se requería la transformación de los campesinos en obreros asalariados agrícolas: la capitalización de la agricultura. Este proceso aún está en plena marcha, y se celebra en todo el mundo como colectivización; en ningún modo está completo, ni puede serlo sin dar lugar a nuevos conflictos revolucionarios. Aparentemente, sin embargo, los leninistas pueden sostener que Luxemburgo estuvo equivocada en asumir que sin la revolución mundial el bolchevismo tenía que capitular en la cuestión campesina. Sin embargo, dicha alegación también implica demostrar que el bolchevismo ha llevado efectivamente al socialismo. Lo que existe en Rusia, sin embargo, no es socialismo, sino capitalismo de Estado. Incluso si puede ser llamado socialismo, sigue siendo capitalismo de Estado explotando mano de obra asalariada y, por lo tanto, el temor de Luxemburgo, por mucho que haya sido modificado, ha sido confirmado después de todo.

Los movimientos campesinos en los primeros años de la Revolución Rusa obligaron a los bolcheviques, para permanecer en el poder, a aceptar un curso de acción que necesariamente obstaculizó la revolución mundial y que en la propia Rusia llevó a un capitalismo de Estado que posteriormente debía ser derrocado revolucionariamente por el proletariado si éste quería llegar al socialismo. En este punto, sin embargo, solamente estamos interesados en el hecho de que los bolcheviques fueron capaces de llegar al poder con la ayuda del movimiento campesino y, además, que creían que con tener en sus manos los puestos de mando políticos y económicos era suficiente para, mediante una política correcta, llegar al socialismo. El curso de acción al que se vieron obligados los bolcheviques por las condiciones atrasadas –la más metódica centralización de la autoridad y las concesiones a los campesinos– apareció ante ellos como fruto de su propio éxito y su política sagaz, que también trataron de emplear en el ámbito internacional.

Las leyes del movimiento de la Revolución Rusa habían sido previstas por Lenin con notable claridad mucho antes de su estallido, y toda su teoría y práctica fue modelada para encajar en estas condiciones rusas. Esta es la explicación de su super-centralismo, su clara concepción del papel del partido, su aceptación de las ideas de socialización de Hilferding, y también su posición en la cuestión nacional. A pesar de que Rosa Luxemburgo, por su familiaridad con las condiciones rusas, fue muy capaz de entender la política leninista y analizar su base como ningún otro marxista pudo hacerlo, y aunque ella fue capaz, siempre y cuando los bolcheviques aparecieran como una fuerza revolucionaria mundial, de aceptar todo esto como inevitable, atacó con todas sus fuerzas la intención de, a partir de esta situación especial de Rusia, crear una receta para la solución de las tareas revolucionarias de los obreros en todo el mundo. “Lo peligroso comienza”, dice acerca la política leninista, “cuando tratan de hacer de la necesidad una virtud y de consolidar teóricamente y proponer al proletariado internacional como modelo de táctica socialista, digna de imitación, esa táctica que a ellos les fue impuesta bajo condiciones tan desdichadas.”29

Dado que la alianza entre los campesinos y los obreros había cumplido las expectativas de Lenin de poner el poder en manos de los bolcheviques, él concibió el curso de la revolución mundial como un proceso similar, aunque en una escala mayor. Los pueblos oprimidos pertenecían en su mayor parte a naciones agrarias, y de hecho en su política campesina la Internacional Comunista trató de combinar los intereses agrarios y los proletarios a escala mundial con el fin de colocarlos en oposición al capital, a la manera rusa, y derrotarlo en todo el mundo. Los movimientos de liberación nacional en las colonias y los de las minorías nacionales en los países capitalistas obtuvieron el apoyo de los bolcheviques, ya que de esta manera se debilitaba la intervención imperialista de los países capitalistas en Rusia.

Sin embargo, la revolución mundial se negó a ser tratada como una copia ampliada de la revolución rusa. Las aventuras de la Internacional Comunista en sus esfuerzos por hacer de sí misma una internacional de obreros y campesinos son reconocidos como errores; en lugar de fomentar el movimiento revolucionario contra el capitalismo, lo desintegraron. Todo lo que podía lograrse de esta manera era la consolidación del poder estatal bolchevique en Rusia, mediante el hecho de ganar un largo respiro histórico que condujo a una situación Rusa e internacional como la que enfrentamos todavía hoy.

Mientras la posición de Lenin sobre la cuestión nacional por un lado tuvo su origen en el punto de vista socialdemócrata previo a la guerra -que él no superó completamente- y por el otro, le pareció un medio para el establecimiento y la consolidación del dominio bolchevique en Rusia y su eventual ampliación a escala mundial; para Rosa Luxemburgo notuvo otro significado que el de una falsa política, por la que se pagaría un alto precio.

En contraposición a Lenin, para quien, muy en consonancia con su posición general, la organización y la conquista del poder por el partido era el presupuesto necesario para la victoria del socialismo, la mirada de Rosa Luxemburgo se dirigió a las necesidades de clase del proletariado. Además, mientras que la teoría y la práctica de Lenin estaban en su mayor parte vinculadas con las condiciones atrasadas de Rusia, Rosa Luxemburgo constantemente tomó como su punto de partida a los países capitalistas más desarrollados y por tanto fue incapaz de ver en la “misión histórica” de la clase obrera un problema de partido y dirección. Ella le dio más importancia a los movimientos espontáneos de masas y a la autoiniciativa de los obreros que al crecimiento de la organización y a la calidad de los líderes. De esta manera difería fundamentalmente de Lenin en su valoración del factor de espontaneidad en la historia y, por tanto, también en lo que respecta al papel de la organización en la lucha de clases. Sin embargo, antes de entrar en estas diferencias, nos gustaría contrastar brevemente los puntos de vista de Lenin y Luxemburgo sobre la teoría Marxiana de la acumulación, ya que esta cuestión está estrechamente vinculada a todas las demás.

El derrumbe del capitalismo

En su campaña contra los revisionistas, Rosa Luxemburgo ya había enfatizado que el movimiento obrero debe estar preparado para hacer frente a la cuestión de la revolución, no a la de la reforma, puesto que el capitalismo se dirige inevitablemente a su derrumbe. En oposición al revisionismo, que se esforzó para imputar al capitalismo una duración interminable, ella sostuvo que “con la hipótesis de que la acumulación capitalista no tiene ningún límite económico, el socialismo pierde su base granítica de necesidad histórica objetiva. Por tanto, nos deja en la niebla de los sistemas y escuelas pre-marxistas que pretendían deducir el socialismo de la mera injusticia y maldad del mundo actual y de la mera determinación revolucionaria de la clase obrera.”30

Su principal obra literaria, concebida como parte de su lucha contra el reformismo, fue diseñada para demostrar un límite objetivo para el desarrollo capitalista, y fue al mismo tiempo una crítica de la teoría marxiana de la acumulación.31

En su opinión, Marx meramente había planteado la cuestión de la acumulación del capital total, pero la dejó sin respuesta. El Capital le pareció a Rosa como ‘”incompleto”, un “tronco”; tenía “pozos” que debían ser cubiertos. Marx había “representado el proceso de acumulación de capital en una sociedad compuesta sólo por capitalistas y obreros”; en su sistema él “pasó por encima del comercio exterior” de manera tal que es “tan necesario como al mismo tiempo imposible, realizar la plusvalía en su sistema fuera de las dos clases sociales existentes.” En Marx, la acumulación de capital “se ha metido en un círculo vicioso”; su obra contiene “evidentes contradicciones”, que ella se puso como propósito superar.

Ella misma basaba la necesidad del derrumbe capitalista sobre “la contradicción dialéctica en la cual la acumulación capitalista requiere, para su movimiento, de estar rodeada por zonas no capitalistas… y sólo puede continuar durante el tiempo que tal entorno exista.”32

Ella buscó las dificultades para la acumulación en la esfera de la circulación, en la cuestión del volumen y de la realización de la plusvalía, mientras que para Marx estas dificultades ya están presentes en la esfera de la producción, dado que para él la acumulación es una cuestión de expansión del capital (Kapitalverwertung). La producción de plusvalía, y no su realización, es para él, el verdadero problema. Al parecer de Rosa Luxemburgo, sin embargo, en un capitalismo como el representado por Marx no podía disponerse de una parte de la plusvalía; su conversión en nuevo capital sólo era posible por medio del comercio exterior con países no capitalistas. Esta es la forma en la que plantea el asunto: “El proceso de acumulación tiende en todo el mundo a establecer en el lugar de la economía natural la economía mercantil simple, y en el lugar de la economía mercantil simple la economía capitalista, para lograr que la producción capitalista sea el único y exclusivo modo de producción con dominio absoluto en todos los países y todas las ramas de la industria. Una vez que el resultado final se ha alcanzado – aunque esto sigue siendo sólo una construcción teórica- la acumulación se convierte en una imposibilidad. La realización y la capitalización de la plusvalía se transforma en una tarea insoluble… La imposibilidad de la acumulación significa, en términos capitalistas, la imposibilidad de seguir desarrollando las fuerzas productivas y, por tanto, la necesidad histórica objetiva de la declinación del capitalismo.”33

Estas reflexiones de Rosa Luxemburgo no eran nuevas; lo único original de ellas fue el fundamento que ella les dio. Ella trató de demostrar que eran correctas haciendo referencia al esquema de reproducción de Marx en el segundo volumen de El Capital. Según Marx, el capital debe acumularse. Debe haber una relación bien definida entre las diferentes ramas de la producción para que los capitalistas puedan encontrar en el mercado medios de producción, obreros y medios de consumo para la reproducción. Esta relación, que no es controlada por los seres humanos, se autoafirma ciegamente por la vía del mercado. Marx la redujo a dos amplios departamentos: la producción de medios de producción, y la producción de medios de consumo. Ilustró el intercambio entre los dos departamentos por medio de cifras arbitrariamente elegidas. Sobre la base de este esquema marxiano, la acumulación procede aparentemente sin perturbaciones. El intercambio entre los dos departamentos se da sin problemas. “Si tomamos el esquema literalmente“, dice Rosa Luxemburgo, “pareciera como si la producción capitalista realizara exclusivamente el total de su plusvalía y empleara la plusvalía capitalizada para sus propias necesidades. Si la producción capitalista, sin embargo, es ella misma el comprador exclusivo de su plusproducto, ningún límite a la acumulación es detectable… En virtud de los presupuestos Marxianos, el esquema no permite otra interpretación que la producción ilimitada en aras de la producción.”34

Pero eso, dice Rosa Luxemburgo, puede no ser, después de todo, el “propósito” de la acumulación. Tal producción como la sugerida por el esquema es “desde el punto de vista capitalista bastante insensata”. “El diagrama marxiano de acumulación no da respuesta a la pregunta de para quien la producción ampliada se lleva realmente a cabo… Ciertamente, en el curso de la acumulación, elconsumo de los obreros asciende, al igual que el de los capitalistas; aún así, el consumo personal de los capitalistas viene bajo el rótulo de la reproducción simple, ¿y para quien producen los capitalistas cuando no consumen toda la plusvalía, sino que practican la abstinencia voluntaria, es decir acumulan? (…) El propósito de la acumulación ininterrumpida de capital mucho menos puede ser el mantenimiento de un ejército cada vez mayor de obreros, ya que el consumo de los obreros es en términos capitalistas una consecuencia de la acumulación, pero nunca su propósito y su presupuesto (…) Si el esquema Marxiano de la reproducción ampliada se ajustara a la realidad, indicaría el final de la producción capitalista.”35

Pero la relación de intercambio libre de fricciones entre los dos grandes departamentos de la producción, su equilibrio en el esquema Marxiano, es simplemente imposible para Rosa Luxemburgo. “La hipótesis de una composición orgánica del capital en aumento demostraría que el mantenimiento de la necesaria proporción cuantitativa queda excluida de antemano; es decir, la imposibilidad de la acumulación continuada es demostrable esquemáticamente en términos puramente cuantitativos. Un intercambio entre los dos departamentos es imposible, sigue habiendo un excedente no vendible en el departamento de bienes de consumo, una sobreproducción de plusvalía que sólo puede realizarse en los países no capitalistas.”36 Con esta teoría Rosa Luxemburgo también explicaba las necesidades imperialistas de los países capitalistas.

Esta teoría de Rosa Luxemburgo está en contradicción directa con la opinión de Lenin sobre la cuestión, como puede verse en todas sus obras sobre economía. En completo acuerdo con Marx, él buscó las contradicciones que señalaban las limitaciones históricas del capitalismo, no en la esfera de la circulación como Rosa Luxemburgo, sino en la esfera de la producción. Lenin se posicionó sin críticas y sin reservas a favor de las teorías económicas Marxianas, porque las consideraba incapaces de ser suplantadas. En sus propias obras teóricas se limitó a emplear las doctrinas Marxianas para la investigación del desarrollo del capitalismo en general y del capitalismo Ruso en particular. Hay una obra especial de Lenin, aunque todavía sin traducir, contra la teoría de la acumulación de Rosa Luxemburgo,pero se limita a repetir el punto de vista que él ha establecido en todas sus otras obras sobre el tema y con el cual meramente nos hemos familiarizado aquí con el fin de comprender por completo toda la fuerza de la contradicción entre las dos concepciones.

En sus escritos contra los Narodniki37, Lenin ya había anticipado muchos de sus argumentos contra la concepción de Rosa Luxemburgo. Los Narodniki afirmaban que el mercado capitalista local era insuficiente para la expansión de la economía capitalista y, además, que continuamente disminuía con el consiguiente empobrecimiento de las masas. Al igual que Rosa Luxemburgo después, ellos tampoco podían conceder que la plusvalía capitalista pudiera realizarse sin mercados extranjeros. Sin embargo, según Lenin, la cuestión de la realización de la plusvalía no tiene nada que ver con este problema; “con traer a colación al comercio exterior no se resuelve el problema, sólo se lo desplaza.”38

Para él, la necesidad del mercado extranjero para un país capitalista “no se explica en absoluto por las leyes de la realización del producto social (y de la plusvalía en particular), sino por el hecho de que el capitalismo sólo surge como el resultado de una circulación de mercancías altamente desarrollada la cual va más allá de las fronteras del Estado.”39 La disposición del producto en el mercado exterior no explica nada, “sino que en sí exige una explicación, es decir, la búsqueda de su equivalente… Cuando se habla de las “dificultades” de la realización”, dice Lenin, “es necesario también darse cuenta de que esas ‘dificultades’ no sólo son posibles sino también inevitables, y, de hecho, no solamente respecto a la plusvalía sino respecto a todas las partes del producto capitalista. Las dificultades de este tipo, las cuales se originan en la distribución improporcional de las diferentes ramas de la producción, surgen constantemente no sólo vinculadas con la realización de la plusvalía, sino también en relación con la realización del capital variable y el capital constante; no sólo vinculadas con la realización del producto en la forma de bienes de consumo, sino también en la forma de medios de producción.”40

Como sabemos”, escribe Lenin en su Caracterización del Romanticismo Económico(1899),“la ley de la producción capitalista consiste en el hecho de que el capital constante aumenta más rápidamente que el capital variable; es decir, una parte cada vez mayor del capital recién formado fluye a aquel departamento de la producción social que produce medios de producción. En consecuencia, este departamento debe crecer incondicionalmente más rápido que el de medios de consumo. En consecuencia, los medios de consumo llegan a ocupar una parte cada vez menos prominente en la masa total de la producción capitalista. Y eso se encuentra en plena armonía con la misión histórica del capitalismo y su estructura social específica: la primera consiste en el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad; la última se opone a la utilización de las mismas por la masa de la población.”

Para Lenin nada “es más insensato que deducir de esta contradicción entre la producción y el consumo que Marx haya impugnado las posibilidades de la realización de plusvalía en la sociedad capitalista, o que haya explicado las crisis como resultados de un consumo insuficiente… Las diferentes ramas de la industria que se sirven unas a las otras del “mercado” no se desarrollan uniformemente, se superponen entre sí y la industria más desarrollada busca mercados extranjeros. Esta circunstancia en absoluto indica que para la nación capitalista sea imposible realizar su plusvalía… Solamente señala la improporcionalidad del desarrollo de las diversas industrias. Con una distribución diferente del capital nacional, la misma cantidad de productos podría realizarse dentro del país.”41

Por lo que se refiere a Lenin, Marx con su esquema de reproducción había “aclarado completamente el proceso de la realización del producto en general y de la plusvalía enparticular, y reveló que no existía ninguna justificación para traer a colación al mercado exterior.”42 La susceptibilidad del capitalismo para las crisis y sus tendencias expansionistas son explicadas por Lenin debido a la falta de uniformidad en el desarrollo de las diversas ramas de la industria. Es de la naturaleza monopolista del capitalismo que él deriva la constante expansión colonial y el reparto imperialista del mundo. Por medio de la exportación de capital y del control de las fuentes de materias primas, la burguesía de los principales países capitalistas obtiene enormes beneficios adicionales.” La expansión imperialista, en su opinión, “no sirve tanto para la realización de la plusvalía sino para aumentar la masa de beneficios.”43

No cabe duda de que la concepción de Lenin es mucho más cercana a la Marxiana que la de Rosa Luxemburgo. Es cierto que esta última tuvo bastante razón en reconocer en la teoría Marxiana de la acumulación la ley del derrumbe del capitalismo; sin embargo ella pasó por alto la base Marxiana, para esta opinión y produjo su propia teoría de la realización, que Lenin rechazó correctamente como no marxista y falsa. Sin embargo es interesante observar a este respecto que en la bibliografía adjunta a su biografía de Marx, Lenin se refirió a los “análisis de la falsa interpretación (Luxemburguiana) de la teoría marxista por Otto Bauer”.44

Ahora, la crítica de Bauer45 de la teoría de la acumulación de Rosa Luxemburgo había sido refutada correctamente por esta última en su Anti-Crítica como una “vergüenza para el marxismo oficial”; ya que en sus ataques Bauer no reiteraba otra cosa que la concepción revisionista de que el capitalismo carece de límites objetivos. En su mente, “el capitalismo es concebible incluso sin la expansión”(…) “El derrumbe del capitalismo”, dice, “no se debe ala mecánica imposibilidad de la realización de la plusvalía”, sino a “la indignación a la que impulsa a las masas del pueblo… Recibirá de su golpe mortal por parte de la clase obrera en constante crecimiento, educada, unida y organizada a través del mismo mecanismo de producción capitalista.”46

Mediante una modificación del esquema de reproducción que evitaba muchos de los defectos deplorados por Rosa Luxemburgo en el de Marx, Bauer buscó generar pruebas de que incluso suponiendo un aumento de la composición orgánica del capital, era todavía posible en el esquema de la reproducción capitalista un intercambio libre de fricciones entre los dos departamentos. Rosa Luxemburgo le demostró, sin embargo, que incluso en su esquema modificado permanecía un excedente invendible en el departamento de consumo, y que a fin de ser realizado obligaba a la conquista de nuevos mercados. A esto, Bauer no tuvo nada más que decir. Y, no obstante, Lenin se refirió a él como el “analista de la falsa teoría de Rosa Luxemburgo”.

No sólo los argumentos de Bauer dejaron indemne a Rosa Luxemburgo; también está el hecho de que las conclusiones que extrajo de su esquema, que indicaban una acumulación ilimitada (independientemente de la cuestión de la relación de intercambio entre los dos departamentos), podían demostrarse carentes de todo fundamento con referencia a este mismo esquema. Henryk Grossman demostró que si el esquema de Bauer se extendía para abarcar un período de tiempo más largo, el resultado no era la expansión sin fricciones del capitalismo de Bauer, sino el derrumbe de la expansión del capital. La lucha contra la teoría del derrumbe de Rosa Luxemburgo sólo había conducido a una nueva.47

La controversia entre Luxemburgo y Bauer, con Lenin simpatizando por el último, fue una disputa por nada, y de nuevo es interesante señalar que la insensatez de todo el debate no fue observada por Lenin. Esta discusión rondaba acerca de la posibilidad o imposibilidad de una relación de intercambio libre de fricciones entre los dos departamentos del esquema de reproducción Marxiano, del cual dependía la plena realización de la plusvalía. En el sistema Marxiano, el esquema fue pensado simplemente como una ayuda para el análisis teórico y no fue concebido como si tuviera base objetiva alguna en la realidad. Henryk Grossman, en su convincente reconstrucción del plan de El Capital de Marx48, así como en otros trabajos, ha puesto de manifiesto el verdadero significado del esquema de reproducción, y de esta manera estableció el debate sobre la teoría de la acumulación de Marx sobre una nueva y másfructífera base. Toda la crítica dirigida a Marx por Luxemburgo sobre la base de este esquema fue postulada según la hipótesis de que el esquema de reproducción tenía una base objetiva.

Pero, como dice Grossman, “el esquema, en sí mismo, no hace ninguna afirmación en el sentido de representar una imagen de la realidad capitalista concreta. Es sólo un eslabón en el proceso Marxiano de aproximación, uno que forma junto a otros supuestos simplificadores, en los cuales se basa el esquema, y con las modificaciones posteriores mediante las cuales el asunto se vuelve progresivamente un todo más concreto e inseparable. Por lo tanto, cualquiera de estas tres partes sin las otras dos carece totalmente de sentido para el reconocimiento de la verdad, y no puede tener más importancia que una etapa preliminar del conocimiento, el primer paso en el proceso de acercamiento a la realidad concreta (Annäherungsverfahren).”49

El esquema Marxiano trata con los valores de cambio, pero en realidad las mercancías no son intercambiadas a su valor, sino a su precio de producción. “En un esquema de reproducción basado en valores, deben haber diferentes tasas de beneficios en cada departamento del esquema. Sin embargo existe en la realidad una tendencia de las diferentes tasas de beneficios a ser equiparadas a tasas promedio, una circunstancia que ya se encuentra contenida en el concepto de los precios de producción. De manera que si se quiere tomar el esquema como base para afirmar o negar la posibilidad de la realización de la plusvalía, primero habría que transformarlo en un esquema de precios.”50

Incluso si Rosa Luxemburgo tuvo éxito en demostrar que en el esquema Marxiano el intercambio completo de las mercancías es imposible, que cada año debe producirse una creciente superfluidez de los medios de consumo, ¿qué habría probado? “Solamente que la circunstancia de que el “remanente invendible” en el departamento de consumo, se plantea dentro del esquema de valor, es decir, sobre el supuesto de que las mercancías se intercambian por sus valores.”51 Pero este supuesto no existe en la realidad. El esquema de valor en el que se basa el análisis deLuxemburgo tiene diferentes tasas de beneficio en las diversas ramas de la producción, y estas tasas no son equiparadas a tasas promedio, ya que el esquema no tiene en cuenta la competencia. ¿Qué significan las conclusiones de Luxemburgo en lo que respecta a la realidad, cuando se derivan de un esquema que no tiene validez objetiva?

Dado que la competencia da lugar a la transformación de los valores en precios de producción y, en consecuencia, la redistribución de la plusvalía entre las ramas de la industria (en el esquema), según el cual también se produce necesariamente un cambio en la anterior relación de proporcionalidad entre las esferas del esquema, es bastante posible e incluso probable que un “balance de consumo” en el esquema de valores desaparezca subsecuentemente en el esquema de precios de producción y, a la inversa, un equilibrio original del esquema de valor se transforma subsecuentemente en una desproporción en el esquema de precios de producción.”52

La confusión teórica de Rosa Luxemburgo se ilustra mejor en el hecho de que, por una parte, ve en la tasa media de beneficio el factor dominante que “trata a cada uno de las capitales individuales sólo como una parte del capital social total”, pone de acuerdo su beneficio como parte de la plusvalía a la que tiene derecho de acuerdo con su magnitud sin “tener en cuenta la cantidad que realmente ha ganado”53, y que sin embargo ella examina la cuestión de si es posible un intercambio completo; y esto sobre la base de un esquema que no conoce la tasa media de beneficio. Si se tiene en cuenta esta tasa media de beneficio, el argumento de la desproporción de Rosa Luxemburgo pierde todo valor, ya que un departamento vende por encima y el otro por debajo del valor, y sobre la base del precio de producción la parte de la plusvalía sin disponer puede desaparecer.

La ley de la acumulación de Marx es idéntica a la de la caída de la tasa de beneficio. La caída de la tasa de beneficio puede ser compensada por el crecimiento de la masa de beneficios solamente por un tiempo limitado, debido a la continua compulsión por la acumulación. El capitalismo no se comporta según lo dicho por Marx por un exceso de la plusvalía incapaz de ser realizada, sino por la falta de plusvalía. Rosa Luxemburgo pasó completamente por alto las consecuencias de la caída de la tasade beneficio; y por esta razón, también tuvo que plantear la cuestión, sin sentido desde el punto de vista Marxiano, de la “finalidad” de la acumulación.

Se dice”, escribe, “que el capitalismo caerá debido a la caída de la tasa de beneficio… Esta seguridad es desafortunadamente disipada por una sola frase de Marx, a saber, la afirmación de que para los grandes capitales la caída de la tasa de beneficio se ve contrarrestada por la masa de beneficio. El declive del capitalismo debido a la caída de la tasa de beneficio está por lo tanto bastante lejano, algo así como el tiempo necesario para la extinción del sol.”54 Ella no entendió que mientras Marx ciertamente había establecido tal hecho, al mismo tiempo también sugirió su límite, y que la caída de la tasa de beneficio se traduce en la caída de la masa de beneficio; de hecho, que la primera da expresión a lo que es al principio la caída relativa, y después la caída absoluta de la masa de los beneficios, en relación con las necesidades del capital para la acumulación.

Es cierto que Lenin había encontrado inconcebible que “la tasa de ganancia tiene una tendencia a hundirse”55, y se refirió al hecho de que “Marx había analizado minuciosamente esta tendencia, así como las diversas circunstancias que la ocultan o la contrarrestan”56. Sin embargo, él tampoco comprendió claramente la importancia de esta ley en el sistema Marxiano; un hecho que explica, por un lado, su aceptación de la réplica de Bauer a Rosa Luxemburgo, y por el otro la restricción de su propia explicación de la crisis al desarrollo desproporcionado de las diversas esferas de la producción. Esto también explica sus concepciones contradictorias, por las cuales por un lado creía en un final inevitable del capitalismo, y por el otro enfatizaba que para el capitalismo no hay ninguna situación sin salida. En sus obras no se encuentra ningún argumento económico convincente para el final del capitalismo, y sin embargo al mismo tiempo tiene la más firme convicción de que el sistema se dirige inevitablemente a su caída. Esto puede explicarse por el hecho de que, si bien no creía -como Bauer y la socialdemocracia- en la posibilidad de la transformación reformista del capitalismo en socialismo, no obstante creía igual que ellos que el derrocamiento del capitalismo era exclusivamente una cuestión del desarrollo dela conciencia revolucionaria de la clase obrera o, más precisamente, una cuestión de su organización y de su dirigencia.

La espontaneidad y el papel de la organización

Ya hemos visto que Rosa Luxemburgo había enfatizado correctamente que la ley de la acumulación de Marx es al mismo tiempo la ley del derrumbe del capitalismo. Su razonamiento era falso; sin embargo sus conclusiones eran correctas. Aunque su explicación de la ley del derrumbe divergía totalmente de la de Marx, ella reconoció la existencia de esa ley. Los argumentos de Lenin en contra de la concepción luxemburguiana eran sólidos y, en la medida en que lo eran, totalmente en armonía con Marx; no obstante, él evadió la cuestión de si el capitalismo se enfrenta a un límite objetivo. Su propia doctrina de la crisis es inadecuada e inconsistente. Su teoría, aunque más correcta, no dio lugar a conclusiones verdaderamente revolucionarias. El argumento de Rosa Luxemburgo, aunque falso, siguió siendo revolucionario. Ya que la cuestión es la de enfatizar y demostrar la tendencia del capitalismo al derrumbe.

Lenin, que todavía estaba mucho más cerca de la socialdemocracia que Rosa Luxemburgo, vio el derrumbe del capitalismo más como un acto político consciente que como una necesidad económica. No entendió que la cuestión de si el factor predominante en relación con la revolución proletaria es el político o el económico no pertenece a la teoría abstracta, sino a la situación concreta del momento. Los dos factores, fuera de lo puramente conceptual, son en realidad inseparables. Lenin había aceptado gran parte de las especulaciones de Hilferding acerca del desarrollo capitalista, que según este último tendía hacia lo que se llamaba un “cártel general”57. Es decir, no fue sólo que, como al principio, Lenin tuvo que partir del carácter burgués de la futura revolución Rusa y por tanto se adaptó conscientemente a sus necesidades y manifestaciones burguesas; sino que también cargó con la actitud de Hilferding en relación a los países capitalistas más desarrollados, y de esta manera llegó a su sobrestimación del “aspecto político” de la revolución obrera.

Según Lenin, también es falso suponer (y esto se mantuvo para el escenario internacional), que estamos viviendo en la era de la revolución proletaria pura; de hecho, para él tal revolución no puede darse nunca. La verdadera revolución es para él la conversióndialéctica de la revolución burguesa en la proletaria. Las demandas de la revolución burguesa que todavía están a la orden del día, sólo pueden cumplirse, de ahora en adelante, en el marco de la revolución proletaria; pero esta revolución proletaria, sólo es proletaria en cuanto a su dirección; abarca a todos los oprimidos que deben convertirse en aliados del proletariado: los campesinos, las clases medias, los pueblos coloniales, las naciones oprimidas, etc. Esta auténtica revolución se lleva a cabo en la época del imperialismo, el cual, desarrollado por la monopolización de la economía, es para Lenin un capitalismo “parasitario”, “estancado”, la “fase superior del capitalismo” inmediatamente antes del estallido de la revolución social58. El imperialismo conduce, según la concepción de Lenin, “a la socialización de la producción en sus más variados aspectos; arrastra, por decirlo así, a pesar de su voluntad y conciencia, a los capitalistas a un cierto nuevo régimen social, de transición entre la plena libertad de concurrencia y la socialización completa.”59

El capitalismo monopolista, de acuerdo con Lenin, ha logrado que la producción esté madura para la socialización; la única cuestión pendiente es tomar el control de la economía de las manos de los capitalistas y ponerlo en manos del Estado, y luego también regular la distribución de acuerdo a los principios socialistas. Toda la cuestión del socialismo se reduce a la conquista del poder político por el partido proletario, que luego hará realidad el socialismo para los obreros. En lo que concernía al tema de la construcción socialista y sus problemas de organización, no hubo diferencias entre Lenin y la socialdemocracia. La única diferencia era en la forma en que el control sobre la producción iba a ser adquirido: por medios parlamentarios o por medios revolucionarios. La posesión del poder político, el control sobre el monopolio absoluto, eran en ambas concepciones una solución suficiente para el problema de la economía socialista: Es también por esta razón que Lenin no se alarma ante la perspectiva del capitalismo de Estado. En el XI Congreso del Partido Bolchevique dijo, en contra de sus oponentes: “El capitalismo de Estado es aquella forma de capitalismo queestaremos en condiciones de restringir, de establecer sus límites; este capitalismo se vincula con el Estado, y el Estado, es decir los obreros, la parte más avanzada de los obreros, la vanguardia. Nosotros somos el Estado. (…) Y es de nosotros de quien dependerá la naturaleza de este capitalismo de Estado.”60

Mientras que para Otto Bauer la revolución proletaria solo dependía de la actitud de los obreros organizados y con conciencia de clase, de la voluntad política (la cual de una sola mirada a la organización socialdemócrata, por la cual sus miembros estaban completamente dominados, en la práctica significaba que dependía de Otto Bauer y compañía), de la misma manera para Lenin el destino del capitalismo de Estado dependía de la actitud del partido, la que a su vez está determinada por la burocracia, y la historia se convierte de nuevo en la historia de la magnanimidad, la abnegación y la gallardía de un grupo de personas que son entrenados en estas virtudes por los más virtuosos de todos.

Pero con esta posición de Lenin sobre el capitalismo de Estado, que para él es determinado conforme a la voluntad y no a las leyes económicas, a pesar del hecho de que las leyes del capitalismo de Estado no son otras que las del capitalismo monopolista, Lenin sólo se había mantenido fiel a sí mismo, ya que para él, en último análisis, la revolución también dependía de la calidad del partido y de sus dirigentes. En armonía con Kautsky, para quien la conciencia revolucionaria, indispensablemente necesaria para la revolución (una conciencia que para Kautsky era ideología y nada más) sólo podía serle llevada a los obreros desde afuera, ya que los obreros no eran incapaces de desarrollarla por sí mismos, Lenin también afirmó que “la clase obrera está en condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar al gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por intelectuales, por hombres instruidos de las clases poseedoras.”61 Según Lenin, los obreros eran incapaces de desarrollar unaconciencia política, la presuposición necesaria para la victoria socialista. De esta manera, una vez más el socialismo había dejado de ser el “trabajo de la clase obrera”, como opinaba Marx; el socialismo ahora dependía de la ideología revolucionaria de la burguesía; y sin duda el “marxista” religioso J. Middleton Murry62 está hoy simplemente siguiéndole el rastro a Kautsky y a Lenin cuando llega a la conclusión lógica de que todo el socialismo no es más que “substancialmente un movimiento de la burguesía convertida.63

Ciertamente, Lenin se encuentra en terreno Marxista cuando afirma que los obreros son incapaces de desarrollar una conciencia política. En su polémica contra Arnold Ruge64, que tan tristemente se lamentaba sobre la falta de conciencia política, y estaba perplejo por esta falta porque después de todo esa conciencia debería haber sido elaborada por el empobrecimiento existente en el momento, Marx dijo: “Tan falso es que la miseria social engendra el entendimiento político, que es, precisamente al contrario, el bienestar social el que produce el entendimiento político. El entendimiento político es espiritualista, se da en quien ya posee, en quien está cómodamente instalado.”65 y 66

Pero más allá de esto Lenin no conecta con Marx, y se hunde al nivel de los revolucionarios burgueses –a la Ruge-, cuando no puede concebir una revolución proletaria sin esa conciencia intelectual, cuando hace de la revolución una cuestión de la intervención consciente de “los que saben”, o de los revolucionarios profesionales. En contra de esta concepción de Ruge-Lenin, Marx dijo: “El proletariado, al menos en los comienzos de su movimiento, derrocha tanto más sus fuerzas en motines ininteligentes, inútiles y bañados en sangre cuanto más desarrollada y más generalizada es la mentalidad política del pueblo. Ya que cree en la forma de la política, y ve la razón de todos los abusos en la voluntad, y todos los medios de remediarlos en la violencia y el derrocamiento de una determinada forma de Estado. … De este modo su entendimiento político les ocultaba la raíz de la miseria social, falseando así la comprensión de su verdadero objetivo. Así su entendimiento político engaña su instinto social.”67

A la afirmación de Ruge (y a la posición de Lenin) de que una revolución es imposible sin un ‘espíritu político’, Marx responde: “De acuerdo con su naturaleza limitada y ambigua, una revolución con espíritu político crea pues una esfera dominante en la sociedad a expensas de la propia sociedad.68 Pero Lenin nunca había apuntado a más que a un cambio de dominio sobre los medios de producción, ya que esto le parecía suficiente para el socialismo. Por lo tanto, de ahí también su sobre-énfasis en el factor político, subjetivo – una circunstancia la cual le llevó a ver el trabajo de organización del socialismo como un acto político. Según Marx efectivamente no hay socialismo sin revolución, y esta revolución es el acto político del proletariado. Pero el proletariado “sigue necesitando este acto político en tanto sigue necesitando de destrucción y disolución. Pero tan pronto como empieza su actividad organizadora y emergen su fin propio, su espíritu, el socialismo se despoja de su apariencia política.69

Los elementos burgueses en el pensamiento de Lenin, que en primer lugar hacen que el fin del capitalismo dependa de ciertos presupuestos políticos que no están necesariamente presentes; que, además, imaginaban que el aumento de la monopolización era idéntico a la socialización de la producción (una cosa que hoy es evidente para cualquier persona que no es el caso), que hizo del socialismo un asunto que dependía del apoderamiento de los monopolios por el Estado y de la sustitución de una antigua burocracia por una nueva, y para el cual la revolución se reducía a una competencia entre los revolucionarios y la burguesía para ganar a las masas: tal posición necesariamente tenía que minimizar el elemento revolucionario del movimiento espontáneo de masas y su poder y claridad de objetivo, a fin de estar en condiciones demagnificar correspondientemente el rol individual y el de la conciencia socialista que fuera congelada en una ideología.

Ciertamente, Lenin no puede negar el elemento de espontaneidad, pero para él es “esencialmente nada más que la forma embrionaria de lo consciente”70 la cual se completa en la organización y sólo entonces es realmente revolucionaria porque es completamente consciente. El despertar espontáneo de las masas no le satisface; no es suficiente para la victoria socialista. “La organización de esta lucha”, escribe Lenin, “no se ha hecho menos necesaria porque las masas se incorporen espontáneamente al movimiento. Al contrario: la organización se hace, por eso, más necesaria.”71

El error inherente a la teoría de la espontaneidad, dice, es que “menosprecia el papel del elemento consciente” y que “se resiste a un fuerte liderazgo individual”, que para Lenin es “esencial para el éxito de la clase”. Los puntos débiles de la organización son para él los puntos débiles del mismo movimiento obrero. La lucha debe ser organizada, la organización debe ser planificada; todo depende de eso y del liderazgo correcto. Este último debe tener influencia sobre las masas, y esta influencia vale más que las masas. Dónde y cómo se organizan las masas, ya sea en soviets o en sindicatos, es, para él, indistinto. Lo importante es que sean dirigidas por los bolcheviques.

Rosa Luxemburgo considera estas cuestiones de una forma bastante diferente. Ella no confunde la conciencia revolucionaria con la conciencia intelectual de los revolucionarios profesionales leninistas, porque para ella se trata de la conciencia práctica de las masas mismas, creciendo desde la limitación de la necesidad. Las masas actúan revolucionariamente porque no pueden actuar de otra manera, y porque deben actuar. El Marxismo para ella no es solamente una ideología que se cristaliza en una organización, sino que el proletariado viviente y en lucha actualiza el Marxismo no porque quiere, sino porque no puede hacer otra cosa. Mientras que para Lenin las masas son sólo el material de trabajo de los revolucionarios conscientes, de la misma manera que para el chofer de tranvía, el tranvía sólo sirve para viajar, en los escritos de Rosa Luxemburgo losrevolucionarios conscientes surgen no sólo de una reflexión cada vez más profunda, sino en mayor medida aún de la misma masa en su actividad revolucionaria efectiva. No es sólo que ella rechaza en principio el sobre-énfasis en el papel de la organización y del liderazgo; ella demuestra a partir de la experiencia que “durante la revolución es extremadamente difícil para cualquier órgano dirigente del movimiento proletario prever y calcular las ocasiones y factores que pueden conducir a explosiones y cuales no … La concepción rígida, mecánica-burocrática”, dice, “sólo puede concebir la lucha como producto de una organización que cuenta con cierto nivel de fuerza. Por el contrario, para la explicación viva, dialéctica, la organización surge como resultado de la lucha.”72

Con referencia al movimiento de huelga de masas de Rusia en 1905, dice: “No hubo un plan determinado previamente, no hubo una acción organizada; las proclamas de los partidos apenas podían seguir el paso a los levantamientos espontáneos de las masas; los dirigentes apenas tenían tiempo de formular las consignas para la ferviente multitud proletaria.” Y, generalizando, continúa: “Si estallan las huelgas de masas en Alemania, con toda seguridad que no serán los trabajadores mejor organizados (…) quienes demostrarán la mayor capacidad para la acción, sino los peor organizados o los totalmente desorganizados.”73

Las revoluciones”, subraya expresamente, “no se pueden hacer a voluntad. Tampoco es ésta la tarea del partido. En todo momento, nuestro deber solamente es hablar claramente sin miedo y sin temblar; es decir, sostener claramente ante las masas sus tareas en el momento histórico determinado, y proclamar el programa político de acción y las consignas que son resulten de la situación. La preocupación de si el movimiento de masas revolucionario las asume como propias y cuando lo hará, debe dejarse con confianza a merced de la historia. Si bien el socialismo puede aparecer en principio como una voz que clama en el desierto, se provee para sí mismo de una posición moral y política cuyos frutos recogerá más tarde, cuando llegue la hora del cumplimiento histórico.”74

La concepción de la espontaneidad de Rosa Luxemburgo ha sido denunciada, siendo la acusación habitual el denominarla como una “política de la catástrofe” dirigida contra la organización del propio movimiento obrero. Ella frecuentemente consideró necesario hacer hincapié en que su concepción no era “por la desorganización75. “Los socialdemócratas”, escribió, “constituyen la vanguardia más esclarecida y consciente del proletariado. No pueden ni atreverse a esperar de manera fatalista, con los brazos cruzados, el advenimiento de la “situación revolucionaria”; aquello que, en toda movilización popular espontánea, cae de las nubes. Por el contrario; ahora, al igual que siempre, deben acelerar el desarrollo de los acontecimientos.”76

A este papel de la organización ella lo considera como posible y, por lo tanto, como bienvenido y una cuestión del curso de las cosas, mientras que Lenin lo considera como absolutamente necesario y hace que la revolución en su conjunto dependa del cumplimiento de esta necesidad. Esta diferencia con respecto a la importancia de la organización para la revolución también involucra dos concepciones diferentes con respecto a la forma y el contenido de la organización misma. Según Lenin, “El único principio de organización serio a que deben atenerse los dirigentes de nuestro movimiento ha de ser el siguiente: la más severa discreción conspirativa, la más rigurosa selección de los afiliados77, y la preparación de revolucionarios profesionales. Si se cuenta con estas cualidades, está asegurado algo mucho más importante que el «ambiente democrático», a saber: la plena confianza mutua, propia de camaradas, entre los revolucionarios. Y es indiscutible que necesitamos más esta confianza porque en Rusia no se puede ni hablar de sustituirla por un control democrático general. Cometeríamos un gran error si creyéramos que, por ser imposible un control verdaderamente «democrático», los afiliados a una organización revolucionaria se convierten en incontrolados: no tienen tiempo de pensar en las formas de juguete de democracia (democracia en el seno de un apretado núcleo de camaradas entre los que reina confianza mutua), pero sienten muy en lo vivo su responsabilidad.”78

Por medio de las normas de la organización (que, en la medida en que eran democráticas, no significaban nada) Lenin quería “forjar, con ellos, un arma más o menos afilada contra el oportunismo. Cuanto más profundas sean sus causas, tanto más afilada deberá ser el arma”79. Este arma era el “centralismo”, la más estricta disciplina en el partido, la total subordinación de todas las actividades a las instrucciones del Comité Central. Por supuesto, Rosa Luxemburgo fue admirablemente capaz de localizar a este “espíritu de vigilante”80 de Lenin en la situación especial de los intelectuales rusos; pero “es erróneo”, (escribe contra Lenin), “pensar que, al no ser aún realizable la dominación de la mayoría del proletariado ilustrado dentro de su organización de partido, se puede sustituir «provisionalmente» por una «dominación única delegada» del poder central del partido, de modo que la ausencia de control público de la acción de los órganos del partido por parte de las masas obreras se puede sustituir igualmente por el control inverso que ejerce el comité central sobre la actividad del proletariado revolucionario.” Y aunque la autodirección de los obreros llevara a errores y pasos en falso, aun así Rosa Luxemburgo está dispuesta a aceptarlo tal como es, ya que está convencida de que “los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son infinitamente más fructíferos y valiosos que la infalibilidad del mejor «comité central».”

Las diferencias entre Luxemburgo y Lenin que hemos señalado aquí ya han sido en parte más o menos superadas por la historia. Muchas de las cosas que dieron sustancia a esta controversia no tienen lugar el día de hoy. No obstante, el factor esencial de sus debates, si la revolución depende del movimiento obrero organizado o del movimiento espontáneo de los obreros, es de la más acuciante importancia. Pero aquí también la historia ya ha decidido a favor deRosa Luxemburgo. El leninismo yace enterrado bajo las ruinas de la Tercera Internacional. Un nuevo movimiento obrero que no tiene lazos con los restos socialdemócratas que todavía eran reconocibles en Lenin y en Rosa Luxemburgo, y que tampoco tiene intención de renunciar a las lecciones del pasado, está surgiendo. Separarse a sí mismo de las mortales influencias tradicionales del viejo movimiento obrero se ha convertido en su primer requisito, y aquí Rosa Luxemburgo es una gran ayuda tanto como el leninismo ha sido un impedimento. Este nuevo movimiento de los obreros con su inseparable núcleo de revolucionarios conscientes puede hacer más con la teoría revolucionaria de Luxemburgo, a pesar de sus muchas debilidades, y derivar de ella más esperanza, que con todos los logros de la Internacional leninista. Y como dijo Rosa Luxemburgo una vez, en medio de la guerra mundial y del derrumbe de la Segunda Internacional, así pueden decir también los revolucionarios actuales a la vista del derrumbe de la Tercera Internacional: “Pero no estamos perdidos, y llegaremos a la victoria si no hemos olvidado cómo aprender”.

Notas:

1 Cf. Carta del comité editorial del Neue Zeit a Rosa Luxemburgo, 6 de Enero de 1916.

2 Cf. C. Zetkin: ‘La Postura de Rosa Luxemburgo sobre la Revolución Rusa’. Publicada por la Internacional Comunista, 1922.

3 En innumerables artículos de la prensa socialdemócrata.

4 Cf. Artículo de Max Shachtman ‘Lenin y Rosa Luxemburgo’ en The New International, Marzo de 1935.

5 En la versión en inglés decía ‘upstart workers’. En inglés la palabra upstart denomina a las personas de origen humilde que súbitamente obtienen una posición de poder, importancia, o riqueza, y que característicamente se vuelven presuntuosos por ese cambio.

6 R. Luxemburgo: Reforma o Revolución.

7 Cf. R. Luxemburgo: Reforma o Revolución.

8 Cf. Lenin: El Derecho de las Naciones a la Autodeterminación (1914), en las Obras Selectas.

9 Cf. Lenin:Sobre la Caricatura del Marxismo y el Economismo Imperialista (1916), en las Obras Selectas.

10 Ibídem

11 Lenin: El Derecho de las Naciones a la Autodeterminación.

12 Se puede leer el panfleto Junius en castellano en http://www.marxists.org/

13Cf. R. Luxemburgo:La Revolución Rusa.

14 Ibid.

15 Prólogo de Engels a la edición alemana de 1890 del Manifiesto Comunista.

16 R. Luxemburgo en Cartas a Luise Kautsky, Noviembre-Diciembre de 1917.

17 En el original en inglés se lee “to the devil’s advantage”, que literalmente se traduce “a favor del diablo”.

18 R. Luxemburgo: La Revolución Rusa.

19 K. Liebknecht:Politische Aufzeichnungen aus dem Nachlass, Berlín 1921.

20 E. Varga: Die wirtschaftspolitischen Probleme der proletariaschen Diktatur, Hamburgo 1921.

21 R. Luxemburgo: Spartacus.

22 Maxim Litvinov fue un prominente diplomático soviético. Su carrera diplomática empieza en 1918 al ser asignado por Lenin como representante soviético en Inglaterra. Tuvo un papel fundamental en lograr quebrar el bloqueo económico de las potencias occidentales hacia Rusia, negociar pactos comerciales, y construir una relación cercana con Francia e Inglaterra. Otro de sus logros fue el reconocimiento oficial de la Rusia soviética por el gobierno de los EEUU. Representó a su país en la Sociedad de las Naciones desde 1934 hasta 1938. (Nota de la traducción)

23 El Sarre, hoy uno de los estados federados de Alemania, fue un territorio históricamente disputado entre Alemania y Francia. Tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial en 1918, el Sarre pasa a ser administrado por la Sociedad de Naciones, dominio que en la práctica es ejercido por Francia, que se dedica a la explotación económica del territorio. El 13 de enero de 1935 la Sociedad de las Naciones condujo un plebiscito de acuerdo con el Tratado de Versalles. Aproximadamente el 90% de los votantes eligió unirse con Alemania y rechazó una unión con Francia y la continuación de la administración de la Sociedad de Naciones. Los nacionalsocialistas llevaron a cabo una gran campaña de agitación, pero la opinión popular claramente apoyaba la unión con Alemania. (Nota de la traducción)

24 Uno de los primeros troskistas estadounidenses. Más tarde devenido en socialdemócrata antisoviético.

25 Max Shachtman en The New International, Marzo de 1935.

26 Lenin y Zinoviev: Gegen den Strom, Hamburgo, 1921. Artículos de 1914-1916.

27 El discurso de Lenin puede leerse enhttp://leninist.biz/es/1979/LOE3EP/Cuarto.Aniversario.de.la.Revolucion

28 R. Luxemburgo: La Revolución Rusa

29 Ibid.

30 R. Luxemburgo: Anti-Crítica.

31 R. Luxemburgo: La Acumulación de Capital.

32 Ibid.

33 Ibid.

34 Ibid.

35 Ibid.

36 Ibid.

37 También llamados populistas (narod es pueblo en ruso), los Narodnikis es el nombre que recibieron los revolucionarios rusos de las décadas de 1860 y 1870. Los narodnikis surgieron en respuesta a los conflictos crecientes entre el campesinado y los kulaks (grandes terratenientes zaristas). Los grupos no establecieron una organización concreta, pero compartían el propósito general común de derrocar a la monarquía y a los kulaks, y distribuir la tierra entre los campesinos. Los narodnikis creían por lo general que el capitalismo no era necesariamente un resultado del desarrollo industrial, y que era posible saltar el capitalismo por entero para entrar directamente en un cierto tipo de socialismo. Consideraban al campesinado como la clase revolucionaria que derrocaría la monarquía, y a la comuna local como el embrión del socialismo. (Nota de la traducción)

38 Lenin: El Desarrollo del Capitalismo en Rusia, 1899.

39 Ibid.

40 Ibid.

41 Ibid.

42 Ibid.

43 Cf. Lenin: El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo, 1916.

44 Lenin: Bibliografía del Marxismo, en Obras Selectas.

45 O. Bauer: Die Akkumulation des Kapitals, Neue Zeit, 1913.

46 Ibid.

47 H. Grossman: Das Akkumulations- und Zusammenbruchsgesetz des kapitalistischen Systems.

48 H. Grossman: Die Aenderung des Aufbauplans des Marxschen Kapitals.

49 H. Grossman: Die Wert-PreisTransformation bei Marx und das Krisenproblem.

50 Ibid.

51 Ibid.

52 Ibid.

53 R. Luxemburgo: La Acumulación de Capital.

54 R. Luxemburgo: Anti-Crítica.

55 Lenin: Karl Marx, en las Obras Selectas.

56 Ibid.

57 R. Hilferding:Das Finanz Kapital.

58 Lenin:Mensaje al Primer Congreso de los Soviets 1917.

59 Lenin: El Imperialismo, fase superior del capitalismo.

60 Intervención de Lenin en el XI Congreso del Partido Bolchevique en inglés enmarxists.org

61 Lenin. ¿Qué hacer?

62 John Middleton Murry (1889-1957), crítico y editor inglés. Asumió una posición pacifista en la Segunda Guerra Mundial. Su obra principal, escrita en 1937, fue The necessity of pacifism. (Nota de la traducción)

63 El Marxismo – un simposio, Londres 1935.

64 Arnold Ruge (1802-1880), filósofo y escritor político prusiano. Coeditor con Marx de los Anales Franco-Alemanes en su exilio en París. Intervino en los acontecimientos revolucionarios de 1848. Más tarde aprobó la doctrina de Bismark, quien le pensionó en 1877. La ruptura de Marx con Ruge significó su alejamiento de la izquierda hegeliana y de la revolución burguesa. (Nota de la traducción)

65 K. Marx: Glosas Criticas Marginales al artículo «El rey de Prusia y la reforma social. Por un prusiano».

66 El artículo puede leerse en la recopilación hecha por Roi Ferreiro en http://www.geocities.com/roiferreiro/marxest_02.html (Nota de la traducción)

67 Ibid.

68 Ibid.

69 K. Marx: Ensayos Selectos.

70 Lenin: Sobre los Sindicatos, en Obras Selectas.

71 Lenin: ¿Qué hacer?

72 R. Luxemburgo: La Huelga de Masas.

73 Ibid.

74 R. Luxemburgo: Spartacus.

75 R. Luxemburgo: Brevemente y Kautsky (Brief an Kaustky), 1905.

76 R. Luxemburgo: La Huelga de Masas.

77 Este “principio” fue abandonado por Lenin siempre que tal acción le parecía oportuna. De este modo descartó a los 50.000 obreros revolucionarios del Partido Obrero Comunista Alemán (K.A.P.D.) para no privarse de los cinco millones de votos del reformista Partido Socialista Independiente de Alemania (U.S.P.D.).

78 Lenin. ¿Qué hacer?. El idealismo de Lenin también puede verse en esta formulación. En vez de asegurarse el control efectiva y materialmente a través de organizar tal control dentro de la organización, él lo reemplaza por “algo mejor”, por las frases “confianza entre los camaradas” y “sentimiento de responsabilidad”. Sin embargo, en la práctica, esto significa: obediencia mecánica, órdenes desde arriba, conformidad desde abajo.

79 Lenin. Un paso adelante, dos pasos atrás.

80 R. Luxemburgo. Problemas de organización de la socialdemocracia rusa

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